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sábado, 30 de marzo de 2013

CUENTO CORTO: ¡POBRES PAJARITOS!


¡POBRES PAJARITOS!

Había una vez un agricultor escéptico, al cual, entre otra cosas le costaba trabajo entender el porqué de la Encarnación de Cristo. Siempre que se trataba el tema todos lo escuchaban decir:

--¿Para qué tenía que venir como uno de nosotros? ¡Por eso no le hacemos caso! ¡Hubiera venido lleno de la gloria - que dicen que tiene - y así nos hubiera impresionado... y todos lo seguiríamos!  

Cierta noche -- una de las más frías de invierno - el hombre oyó un golpeteo irregular contra la puerta. Fue hacia una ventana y vio cómo varios pequeños gorriones, atraídos por el evidente calor que había dentro de la casa, se golpeaban contra el vidrio de la puerta tratando de entrar.

Inmensamente conmovido por lo que veía, el agricultor se abrigó bien y cruzó el patio cubierto de nieve para abrir la puerta del granero y así los pobres pájaros pudieran entrar.

Prendió las luces y con mucho amor echó algo de paja en un rincón. Pero los gorriones, que se habían dispersado en todas direcciones cuando él salió de la casa, se ocultaban en la oscuridad, temerosos. 

El hombre intentó varias cosas para hacerlos entrar en el granero. 

Hizo un caminito de migajas de pan para guiarlos. Dio vuelta por detrás de donde estaban los pájaros, para ver si los podía espantar en dirección al granero. 

Nada dio el resultado esperado. Él, una enorme criatura extraña, ...los aterrorizaba; los pájaros no podían entender que él estaba tratando de ayudarles.

El hombre de campo se retiró a su casa y observó lleno de compasión a los desdichados  gorriones a través de su ventana.

Mientras los observaba… una idea le llegó de repente: 

¡Si tan sólo pudiera convertirme en un pájaro, ser uno de ellos por un momento! ¡Entonces no los asustaría! ¡Les podría mostrar el rumbo hacia el calor y la seguridad…!

Y casi al mismo tiempo, otro pensamiento le estremeció el corazón con gran fuerza:  ¡Ahora entiendo, Señor, por qué bajaste naciendo como Jesús entre nosotros!

Autor anónimo.


CUENTO CORTO: EL REINO DE LOS TRES COLORES

“EL REINO DE LOS TRES COLORES”

Érase una vez un rey que había gobernado a su pueblo en paz y armonía durante muchos años y, tanto sus vasallos como reinos cercanos, así lo veían… y así se lo reconocían; por lo que la convivencia entre todos, era uno de los valores de los que más se enorgullecía.

Un día, atraído por la tranquilidad del reino y de sus habitantes, un artesano decidió establecer su negocio allí y lo primero que le llamó la atención era que todo lo que en él había tan sólo tenía tres colores: rojo, amarillo y azul. Así que pensó que sería bueno para los clientes de su nueva tienda, empezar a mezclarlos para hacer nuevas creaciones con ricos y alegres colores.

En poco tiempo empezaron a verse ropas con tonos violetas, naranjas y verdes. Aquello fue una novedad que no tardó mucho en llegar a los oídos del rey, el cual mandó llamar al artesano.

--Mis consejeros -dijo el rey- me han informado de que estás haciendo ropas con unos colores extraños que en este reino no se han visto jamás y eso puede provocar disturbios y que ,la tranquilidad que este reino ha tenido hasta ahora, se vea alterada. Además no has pedido permiso a nadie para hacerlo.

-- Majestad -le respondió el artesano- desconocía que debía pedirse permiso para ello y no pensé que traer un poco de color y variedad a este reino pudiese turbar su paz, sino todo lo contrario, que al hacerlo ayudaría a que sus gentes fuesen más alegres y felices. Además, aunque no sea bueno para mi negocio, estoy dispuesto a enseñar a todos los artesanos del reino a mezclar los colores para que aprendan y puedan pintar sus creaciones de colores: muebles, fachadas, los carros de los bueyes, los adornos de las casas y todo lo que la gente quiera.

Ante tales palabras, los consejeros del rey y los súbditos presentes, quedaron expectantes y ,abriendo sus grandes ojos, esperaron -en silencio- la respuesta de su rey.

– Bueno -por fin contestó- veremos cómo se hacen esas mezclas y ya decidiré más adelante.

Cuando llegó el día en el que todos los artesanos se reunieron para aprender las nuevas artes, el rey también acudió a la cita y -sentado en su sillón sobre una tarima, para no perderse detalle- atendió con curiosidad a las explicaciones; tras las cuales, se levantó y se fue a sus aposentos a meditar.

Pasaron los días y al rey no le convencía nada que alterara lo que durante tantos años se había estado haciendo en su reino y su descontento se veía acentuado por algunos consejeros que le ratificaban que aquello no podía traer nada bueno. Sin embargo, en las calles cada vez más gente compraba los objetos que -los artesanos más atrevidos- decoraban con los nuevos colores que surgieron de la mezcla de los de toda la vida; empezando incluso a realizar nuevas mezclas que hicieron aparecer el rosa, el marrón, el morado y un sinfín de colores que llenaron las calles de alegría.

Mientras tanto, el rey y algunos de sus asesores seguían encerrados en un gran salón pensando que aquello acabaría mal y que no se debía haber tomado, tan a la ligera, aquella cuestión; ya que lo que se había hecho durante toda la vida era un seguro para el futuro. Y… seguramente estaban llenos de razón, ya que si hasta ese momento todo había ido bien con sólo tres colores, no había razón para el cambio. La gente sin conocer nuevos colores había podido vivir perfectamente y por tanto aquello no debería continuar. Así que siguieron dándole vueltas y vueltas en sus cabezas y cada vez estaban más convencidos de sus razones. Hasta que cayeron en la cuenta de que no habían preguntado al pueblo, habían estado tan ensimismados con sus dudas dentro de los muros del palacio, que no se les había pasado por la cabeza salir a la calle a ver la reacción de la gente sobre el tremendo problema que había caído sobre el reino.

Aquella misma tarde, el rey convocó a su pueblo en la explanada frente al castillo, para preguntar y exponer todas sus dudas y miedos; pero cuál no sería su sorpresa que -al salir al balcón real- una nube de vestimentas, serpentinas y banderolas se agitaron, vitoreando a su rey por la alegría de colores que había traído a su reino.

 El rey miró a sus súbditos, subió las manos hacia el cielo para saludarlos y, a continuación, se las llevó a su pecho y nunca más sus miedos impidieron que su pueblo fuera feliz.

 Moraleja: “Los cambios y las mezclas hacen que el mundo se enriquezca y avance. Sólo el estancamiento empobrece y hunde a los pueblos”.

Autor texto: José Miguel de la Rosa Sánchez
Tomado del Blog ACTILUDIS